COSAS DE GATOS


Se fue como lo hacen las horas de la tarde, cuando te has dado cuenta ya ha oscurecido. Apelé a nuestra complicidad y me confirmó que éramos unos extraños. Salió de mi vida con el sigilo de los cobardes, sin avisarme. La sorpresa debilita al contrario y ostenta la fuerza de quien toma la iniciativa del abandono.

No lo entendí en mucho tiempo, hasta que supe que el miedo se había instalado en su pobre persona, que su incapacidad para dar le había convertido en un déspota y que no soportaba mi serenidad ni mi sabor a fruta madura. Probablemente, con el tiempo, él también se había avergonzado de su estampida, pero cómo reconocer debilidad un hombre nacido y educado para ser infalible.
El futuro nos alcanzó a los dos, tal vez el resultado de un conjuro nos situó en lugares contiguos sin esperarlo. El calor y la conversación volvieron a fluir, desde el “qué hay” hasta el “hoy me siento mal”; de la anécdota a la confesión. Fue fácil, lo común no había dejado de serlo después de tantos años.

Me dijo que vendría a vivir conmigo, le dije que me había cambiado de casa. Me dijo que quería despertar siempre a mi lado, le dije que ya tenía gato. Me prometió tocar el piano para mí, le dejé claro que la música del silencio era lo único que necesitaba para escribir. Me dijo que entonces sólo me miraría, que me quería. Y a mi, todo me sonó a un anuncio de bombones.

Hoy no he visto en todo el día a mi gato, los tejados que bordean la terraza están nevados, como es tan descarado seguro que está acurrucado en cualquier chimenea de la vecindad. Esta noche volverá con esa carita amorosa que sabe poner, me mirará y en su lenguaje me dirá que me quiere, mientras pondrá su patita en la caja de bombones que esta mañana me ha sorprendido en la mesa de mi oficina, la querrá toda.
De SUEÑOS DE BOLSILLO, Jaén, 2007