Vaya por delante...


La creación literaria, es un arte que nace cuando se repiensa la propia existencia. Quien tiene la valentía de reconocerla, revivirla y recrearla, la habilidad de transcribirla en palabras y seducir con ella, se convierte en escritor o escritora. Marguerite Yourcenat pensaba que no se podía ser tan insensato como para morir sin haber dado al menos una vuelta a tu propia cárcel.
Numerosos son los escritores y escritoras que antes o después acaban escribiendo sobre su infancia, su pasado más motivador o significativo; de su presente inmediato, en definitiva de su propio imaginario, el que configura su ser más profundo y que trae al presente para ser contrastado y mostrado. Quienes escribimos, en el fondo, estamos hablando de nosotros mismos, de nosotras mismas. Porque la visión del mundo que transmitimos se ha forjado a base de nuestra propia construcción y, si se es un ser honesto, de nuestra constante decosntrucción. Y deconstruirnos no es otra cosa que dotar de presente nuestra esencia, actualizar nuestro pasado, ser en este instante.
No se puede ser escritor, escritora, si no se cuestiona el orden preexistente, la literalidad asfixiante de lo cotidiano, si no se mira con ojos propios el devenir de nuestra realidad.
Escribir es poner en tela de juicio lo ya dado, es ver más allá de los ojos de la consciencia para dejar paso a la ideación sin prejuicios, al mundo mágico de los sentidos y las emociones. Para quienes escribimos, adentrarnos en esta aventura hace que consigamos que otros mundos se hagan posibles a través de la palabra.